como siempre, como nunca

Jean por fin se había acostado en la cama que compartía con Marco después de la pelea. Siempre que discutían era él el que se iba de donde fuera que sea y se dirigía a la pieza de los dos para disponerse a cerrar los ojos y quedarse dormido, ya que gracias a muchas cosas esa era una de sus virtudes, la de poner la cabeza en la almohada he irse al mundo de los sueños. Sin embargo, en esta ocasión todo había sido al revés y Marco era el que estaba ya en el mundo donde el inconsciente era el rey.
Hoy la pelea había sido por algo tan chico, tan enano, que hasta Jean pensó que era estúpido y claramente que al decirlo Marco se fue de la habitación y él había quedado con todos esos pensamientos en su cabeza, los típicos que te quedan después de una pelea, cuando no le quieres dar mucha importancia y termina invadiendo tu cuerpo, te pesa el pecho, tu respiración se acelera y ya cuando no te das cuenta todo lo que intentas hacer te sale mal. Ni la música con sonidos pesados relajaba a Jean en esos momentos, y solo había pasado una hora desde el incidente así que no quería entrar a donde estaba Marco porque sabía que al hombre de pecas le costaba conciliar el sueño, así que se quedó solo un rato más en el living.

¿CĂłmo habĂ­a llegado a la pieza? Ni Ă©l lo sabĂ­a, ni tampoco sabĂ­a como es que habĂ­a terminado tocándole la cara a su amante, trazando figuras en aquellas manchas presentes en su rostro, como siempre lo hacĂ­a, mirándolo mientras su respiraciĂłn estaba pausada, con un ritmo que te hipnotiza, con el cual podrĂ­as quedarte en el mismo lugar deseando no dormirte viendo como ese ser que amas tanto está presente, pero no está.

"¿QuĂ© estará pensando?", pensĂł Jean, y es que a pesar de conocerse de que eran unos adolescentes le encanta saber que no lo conocĂ­a del todo. Por supuesto que sabĂ­a que si le tocaba las manos con la yema de los dedos le daba cosquillas, que siempre se lava la cara depuĂ©s de lavarse los dientes, hasta de los tĂ­picos gustos que uno sabe cuando quieres a alguien, como si pelĂ­cula o mĂşsica favorita, pero comportamientos como el de hoy le hacĂ­an recordar que aunque fueran amigos hace años y que hubiesen empezado a compartir sus vidas hace un par Marco era una persona totalmente diferente a Ă©l, otro ser y lo amaba por eso, por eso y más.

Se asustó al notar que Marco abrió los ojos y se le quedó mirando con duda. Jean no supo que hacer así que solo le pidió disculpas a lo que Marco se lo quedó mirando un rato más.

-Tonto- dijo el hombre de cabello negro con voz dormilona, mientras se acercaba al hombre con el que compartĂ­a la cama y que envolviĂł con su brazo libre.

Al hacerlo, Jean se acomodó de modo que quedaran acostados mientras se abrazaban, mientras sentía como Marco respiraba calmadamente y le decía que ya había pasado, que no se preocupara. De igual forma Jean sintió que le debía unas disculpas, por haber reaccionado como lo hizo, aunque se sorprendió al escuchar de Marco que prefería que hablara a que se quedara en silencio como siempre lo hacía, a lo que Jean lo abrazó más fuerte, lo besó en la frente, en sus mejillas y en sus labios que ahora estaban esbozados en una pequeña sonrisa. Luego, a pesar de que quería dormir, quería verlo un poco más. De verdad había tenido suerte en encontrar a Marco, en encontrar el amor que pensó que nunca llegaría, pero que, como claro, siempre había estado frente a sus narices, esperando, aunque esperando para ambos, ya que Marco tampoco lo sabía. A veces era ridículo lo afortunado que se sentía. Lo amaba y quería seguir haciéndolo por muchos años más.

Así se durmieron, en esa pequeña habitación azul, esperando que el sol rompiera a través de las cortinas para despertarlos en un nuevo día dejando atrás su estúpida pelea, tal como lo habían hecho tantas veces ya.

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