¿Me prestas la chaleca? ¿Y la blusa?
Siempre fui grande y nunca pude con mis amigas realizar el ritual de prestarse ropa porque yo siempre era la más grande de todas, y no sĂłlo de porte, sino que era más pesada tambiĂ©n. Tampoco tenĂa hermanas, por lo que heredar la ropa la ropa de mi tĂa que es al menos unos 20 años mayor que yo era el mayor consuelo que tenĂa a los 15 años.
Pero un dĂa sĂ pude prestarle mi ropa a alguien.
-¿Me prestas la chaleca? Es que me dio frĂo.
En ningĂşn momento me iba a negar, asĂ que no necesitabas ninguna excusa ni justificaciĂłn ante tal requerimiento. Te la pase altiro, sin dudarlo, y me dio risa verte en ella, porque a mi me quedaba ajustada, mientras que a ti te quedaba más grande y larga, considerando nuestra diferencia de porte y anchura; podrĂa hasta decir que te veĂas usando un chaleco de tu mamá, pero te veĂas bonita: además estabas usando algo mĂo, y algo dentro, al centro de mi pecho empezĂł a cobrar calor.
Eso fue algo que nunca hice, o pude hacer, o me cargaba hacer. Que un hombre me prestara su chaqueta para abrigarme cuando tenĂa frĂo. Me cargaba, porque una compañera del colegio siempre lo hacĂa con todos los hombres y yo pensaba que para quĂ© habĂa traĂdo su propia chaleca si iba a andar pidiendo la de los demás.
para coquetear
Para qué decir que era pésima en eso. Sobre todo en coquetear de adrede, con hombres.
La segunda vez que pude prestarte algo fue una blusa. No me acuerdo cĂłmo me lo pediste, pero si la chaleca te quedaba grande, la blusa te quedaba más grande aĂşn, considerando que ni en mi cuerpo grande queda ajustaba. Nuevamente te veĂas bien y estilosa, ya que ibas con tu ropa comĂşnmente ajustada, por lo que la blusa grande y de aspecto playero te daba un aspecto relajado que contrastaba con tu delineado de gato perfecto. Te pusiste al borde de la piscina junto con las demás personas con las que estábamos compartiendo y te sentaste frente a mĂ. AhĂ estaba yo, toda mojada por el agua, sin maquillaje y con el pelo irreconocible, mientras tĂş estabas toda arreglada. Te sonreĂ, aunque el sol me llegara a los ojos.
-
La primera vez que me prestaron algo, fuiste tĂş, con tu polerĂłn gigante que amo. No olĂa a ti, como espere a que hiciera, como siempre dicen en las historias, pero me recordaba a ti, estaba usando algo tuyo y me veĂa linda, protegida y sin frĂo, rodeada de ti.
Comentarios
Publicar un comentario