Ganas de agua
Cuando veo agua me emociono, ya sea un rĂo, un lago, la playa o una piscina muy grande. Cuando eramos chicos mi papá nos instaba a permanecer todo el tiempo que quisiĂ©ramos en el agua, y cuando Ăbamos a la playa mi mamá sin temor se metĂa más allá de los lĂmites que la marina marcaba en la playa, lo que mi hermano heredĂł. Yo, al contrario, en cuánto al mar le guardo respeto, al igual que a mi papá, asĂ que me quedo cerca. A veces vamos por un dĂa a la playa, cuando eramos más pobres Ăbamos por máximo 3 dĂas, y un tiempo pudimos darnos el gusto de ir por 9 dĂas a las playas del sur de Chile. Tengo la teorĂa de que el agua une a mi familia, de que nos sentimos libres allĂ, sin prejuicios sobre el cuerpo fĂsico y sin las preocupaciones que nos trae la vida en la ciudad.
Ahora vi un documental donde el hilo conductor era el agua, y sonaba la lluvia, los rĂos, el mar, los remos, habĂa un caballero antropĂłlogo al que no le comprĂ© mucho su volá de que habĂa compartido con los indĂgenas (creo que fue su pinta de cuico la que no me convenciĂł) y que imitaba los sonidos del agua (me dio un poco de vergĂĽenza ajena), el ocĂ©ano sonaba de fondo, el hielo y los glaciares del fin del mundo, hasta un nácar sonaba. El narrador del documental dijo que el agua tiene memoria, pero que tambiĂ©n tiene voces. Esas mismas voces son las que ahora me hacen extrañar el agua, las que me hacen extrañar la libertad.
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