una tarde fría de verano
Un nuevo día y la misma mujer se acercaba al café de siempre a leer una historia que había leído al menos unas 10 veces. A veces pedía el mismo café de mocha que tanto le gustaba, pero con acompañamientos distintos; un día era una porción de medialunas, otra era un pan de la casa, otros días un trozo de pastel de té verde, y otros días nada, solo café. El día de hoy había decidido pedir otro café, de capuccino, como el que le gustaba a su madre; necesitaba un poco de su sabiduría.
Iba vestida con un abrigo café, el cual al quitarselo dejaba a descubierto una falda negra a la cintura con un chaleco amarillo. Un look bastante otoñal para era fría tarde de verano, algo un poco inusual en aquella ciudad del medio del mundo.
Cuando abrió su libro vio como de él caía un trozo de papel.
¿Qué sería? La letra era delicada, pequeña, con pequeño dibujos a los lados lo cual hacía pensar que era de una mujer.
¿De quién sería? La letra era de ella misma, preguntándole como le iba, qué era de su vida.
Era raro que esa hoja haya caído del libro siendo que no era primera vez que tomaba el libro.
Me acerqué a ella y le pregunté que le pasaba, ya que su cara ese día no mostraba la misma expresión que casi todos los días. Y no era que todos los días fuera con una sonrisa radiante; de vez en cuando su cara lucía una de aquellas, sin embargo la mayoría del tiempo lucía una cara de serenidad.
Qué pasa le pregunté a lo que ella levantó la vista dejando ver pequeñas lágrimas en sus ojos que sin duda quería ocultar. No hice incapié en ellas y simplemente le dije que se veía rara hoy.
No quería responderme, pero sabía lo que le pasaba. Se había hecho una promesa a sí misma que no había podido cumplir.
Seguido se preguntaba qué es lo qué había hecho mal, por qué no era como el resto de la gente, por qué ella con sus 30 y tantos años seguía sola, mientras los demás no lo estaban.
En seguida hice que se cayera un vaso detras del mostrador para captar su atención; debía ayudarla, había pasado mucho tiempo dejando que estuviera sola. En ese momento apareció quien ella no esperaba ver ahí, alguien de su pasado, con el mismo corte que hace unos años atrás, pero con una expresión más madura. No se levantó del asiento, al contrario, se escondió detrás de un muro invisible mientras de su pequeña cartera sacaba un espejo de color rosado para arreglarse el maquillaje, que gracias a mí, no se había arruinado ya que era a prueba de esas pequeñas goteras que se escapan de los ojos de vez en cuando.
Al saber que todo estaba bien, levantó la vista para encontrar aquella persona frente a ella, igual de pequeña que antes, pero más grande en edad. Al igual que ella, al igual que todos.
¿Qué hacía ahí?
No se atrevió a preguntarle, por lo que aquel ser de sus dudas le dijo que estaba pasando por ahí cuando la vio sentada; la había reconocido aunque los años y el no amor había pasado por su vida.
-¿Quieres otro café?
Esa era mi nueva oportunidad.
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