miradas
Un dĂa más en ese trabajo que odiaba un poco más a cada dĂa que pasaba. Se sentaba, prendĂa el computador, dejaba su cafĂ© a un lado despuĂ©s de haberle dado unos cuantos sorbos para entrar en calor, dejĂł su cartera en la silla contigua y su celular al lado del teclado. Un dĂa más en que tuvo que dejar la comodidad de su cama para salir a ganar cochino (y hermoso) dinero. Un dĂa más para verlo a Ă©l.
Su rutina era sentarse, cumplir con las labores pendientes del dĂa anterior, realizar el trabajo del dĂa, ir a almorzar con sus compañeras, sentarse de nuevo y esperar a que llegara su trabajador favorito. Para mala suerte suya ahora ya no sentaba frente a ella, sino que atrás, asĂ que verlo serĂa un poco más difĂcil.
Hizo su aparciĂłn a eso de las 2 de la tarde. PensĂł en sacar su espejo, ya que era una escusa perfecta para verlo sin que el se diese cuenta, pero pronto desechĂł la idea porque, uno, jefa le mandarĂa un reto, y dos, que triste serĂa verlo por un espejo teniĂ©ndolo a penas a unos metros de ella. AsĂ que su plan era darse vuelta sin que se diera cuenta.
EmpezĂł lentamente, incluso cerrando sus ojos para sentir su presencia. Siempre vestĂa bien, y a veces un poco más despeinado, pero siempre ordenado. Hoy vestĂa una camisa celeste oscuro con una corbata negra con patrones. Esperaba que no se diera vuelta para pasar desapercibida. pero algo saliĂł mal. Él la estaba mirando fijamente, Ă©l tambiĂ©n querĂa verla.
No supo que hacer y se dio vuelta rapidamente. Estaba como un tomate. ¡QuĂ© vergĂĽenza!
De la nada sintió una mano tocándole el hombro. Se sintió extraña, y era él porque su aroma lo delataba.
--
Un dĂa más en el que llegaba a ese trabajo que odiaba un poco más que hace un mes. Un dĂa más en el que tuvo que dejar cama para salir al helado invierno que se vivĂa afuera. Pero tambiĂ©n era un dĂa más en el que se verĂa con Ă©l, quien ahora tambiĂ©n la miraba a ella sin necesidad de esconderse.
Su rutina era sentarse, cumplir con las labores pendientes del dĂa anterior, realizar el trabajo del dĂa, ir a almorzar con sus compañeras, sentarse de nuevo y esperar a que llegara su trabajador favorito. Para mala suerte suya ahora ya no sentaba frente a ella, sino que atrás, asĂ que verlo serĂa un poco más difĂcil.
Hizo su aparciĂłn a eso de las 2 de la tarde. PensĂł en sacar su espejo, ya que era una escusa perfecta para verlo sin que el se diese cuenta, pero pronto desechĂł la idea porque, uno, jefa le mandarĂa un reto, y dos, que triste serĂa verlo por un espejo teniĂ©ndolo a penas a unos metros de ella. AsĂ que su plan era darse vuelta sin que se diera cuenta.
EmpezĂł lentamente, incluso cerrando sus ojos para sentir su presencia. Siempre vestĂa bien, y a veces un poco más despeinado, pero siempre ordenado. Hoy vestĂa una camisa celeste oscuro con una corbata negra con patrones. Esperaba que no se diera vuelta para pasar desapercibida. pero algo saliĂł mal. Él la estaba mirando fijamente, Ă©l tambiĂ©n querĂa verla.
No supo que hacer y se dio vuelta rapidamente. Estaba como un tomate. ¡QuĂ© vergĂĽenza!
De la nada sintió una mano tocándole el hombro. Se sintió extraña, y era él porque su aroma lo delataba.
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Un dĂa más en el que llegaba a ese trabajo que odiaba un poco más que hace un mes. Un dĂa más en el que tuvo que dejar cama para salir al helado invierno que se vivĂa afuera. Pero tambiĂ©n era un dĂa más en el que se verĂa con Ă©l, quien ahora tambiĂ©n la miraba a ella sin necesidad de esconderse.
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