Caminantes
Estaba cansada, pero estaba valiendo la pena porque por fin estaba en un camino que se encontraba expedito, sin ninguna piedra ni ningĂşn riachuelo que me costara cruzar. El bosque se veĂa lindo y hace varios dĂas que el tiempo estaba de nuestro lado porque cuando habĂa sol este no quemaba mucho, y cuando estaba nublado no estaba aborchornado, si no que al contrario, de verdad estaba nublado y hacĂa un poco de frĂo con un poco de calor. Perfecto.
En las noches y en el dĂa cada 4 horas, me sentaba un rato al lado del camino para tomar un poco de agua, comer algo decente y cerrar los ojos durante el tiempo que fuera necesario para seguir.
Al principio fue fácil, pero en el segundo mes ya estaba cansada y el camino se veĂa muy cuesta arriba: estuve a punto de rendirme, pero no lo hice. Ese mes fue difĂcil, no dormĂa, y si lo hacĂa tenĂa muchas pesadillas con el bosque, porque claramente ahĂ no me acompañaba.
En el 4to mes, sabiendo que era lo Ăşltimo de este recorrido por este bosque para pasar a otro con árboles más grandes y oscuros por la noche, me querĂa morir. Las Ăşltimas semanas no sabĂa que hacer y en este mes todo cambiĂł. El sol ya no nos acompañaba con su tibio calor, ahora era sofocante; me quedaba en el lado del camino más de lo pensado o caminaba sin descansar por dĂas hasta que caĂa agotada y solo tenĂa que parar. QuĂ© mes tan difĂcil. Ya no sabĂa que hacer, sin embargo, sin saberlo me encontrĂ© en la frontera del bosque.
Los Ăşltimos dĂas fueron terribles y no tanto a la vez, me encontrĂ© con otros caminantes que habĂa conocido en el primer y segundo mes e hicieron más ameno mi viaje en los Ăşltimos kilĂłmetros hasta que lleguĂ©.
No sabĂa a dĂłnde mirar ya que al final no era capaz de ver nada. HabĂa otro camino que estaba iluminado y muchos caminantes se fueron por allĂ, pero a mĂ me dio miedo y me quede atrás, asĂ que tomĂ© el otro camino en el que no veĂa nada.
AquĂ estoy ahora, escribiendo sentada debajo de este árbol a la mitad de la noche en mi libretita que comprĂ© ya hace 5 meses con un lápiz que me cuida en las noches como me enseñaron en aquella ciudad donde pasĂ© hace 3 meses por un dĂa.
A mi camino le queda poca luz y luego entrarĂ© a la oscuridad de este otro bosque que no sĂ© quĂ© tiene, pero me pasa por no irme por el otro camino. Tengo miedo, pero no tanto como el miedo que tenĂa hace unos cientos de kilometos más atrás. Creo que esto de estar a solo unos cuantos kilĂłmetros que a unos cientos bajĂł mi ansiedad considerablemente, y bueno, no hay nada más quĂ© hacer porque ya estoy acá y ya no puedo volver atrás.
Quizá sea lindo este bosque y por eso los demás caminantes no quieren venir por acá.
En las noches y en el dĂa cada 4 horas, me sentaba un rato al lado del camino para tomar un poco de agua, comer algo decente y cerrar los ojos durante el tiempo que fuera necesario para seguir.
Al principio fue fácil, pero en el segundo mes ya estaba cansada y el camino se veĂa muy cuesta arriba: estuve a punto de rendirme, pero no lo hice. Ese mes fue difĂcil, no dormĂa, y si lo hacĂa tenĂa muchas pesadillas con el bosque, porque claramente ahĂ no me acompañaba.
En el 4to mes, sabiendo que era lo Ăşltimo de este recorrido por este bosque para pasar a otro con árboles más grandes y oscuros por la noche, me querĂa morir. Las Ăşltimas semanas no sabĂa que hacer y en este mes todo cambiĂł. El sol ya no nos acompañaba con su tibio calor, ahora era sofocante; me quedaba en el lado del camino más de lo pensado o caminaba sin descansar por dĂas hasta que caĂa agotada y solo tenĂa que parar. QuĂ© mes tan difĂcil. Ya no sabĂa que hacer, sin embargo, sin saberlo me encontrĂ© en la frontera del bosque.
Los Ăşltimos dĂas fueron terribles y no tanto a la vez, me encontrĂ© con otros caminantes que habĂa conocido en el primer y segundo mes e hicieron más ameno mi viaje en los Ăşltimos kilĂłmetros hasta que lleguĂ©.
No sabĂa a dĂłnde mirar ya que al final no era capaz de ver nada. HabĂa otro camino que estaba iluminado y muchos caminantes se fueron por allĂ, pero a mĂ me dio miedo y me quede atrás, asĂ que tomĂ© el otro camino en el que no veĂa nada.
AquĂ estoy ahora, escribiendo sentada debajo de este árbol a la mitad de la noche en mi libretita que comprĂ© ya hace 5 meses con un lápiz que me cuida en las noches como me enseñaron en aquella ciudad donde pasĂ© hace 3 meses por un dĂa.
A mi camino le queda poca luz y luego entrarĂ© a la oscuridad de este otro bosque que no sĂ© quĂ© tiene, pero me pasa por no irme por el otro camino. Tengo miedo, pero no tanto como el miedo que tenĂa hace unos cientos de kilometos más atrás. Creo que esto de estar a solo unos cuantos kilĂłmetros que a unos cientos bajĂł mi ansiedad considerablemente, y bueno, no hay nada más quĂ© hacer porque ya estoy acá y ya no puedo volver atrás.
Quizá sea lindo este bosque y por eso los demás caminantes no quieren venir por acá.
Comentarios
Publicar un comentario