Violinista

Se sentaba en su puesto habitual para tocar la ya tan conocida melodĂ­a para sus manos y sus oĂ­dos. Llevaba tocando el violĂ­n desde... ¿hace cuánto? Mucho tiempo, tanto que ya ni recordaba cuánto, pero sus manos hacĂ­an notar que dominaba de forma maestra el arte. A veces sus conciertos estaban planeados por lo que se preparaba con antelaciĂłn a lo que se iba a presentar frente a ella, pero en otras simplemente pasaba y debĂ­a improvisar. Siempre lo hacĂ­a bien a todo esto, nunca fallaba, y es que como dicen por ahĂ­ la práctica hace al maestro, y hoy no era la excepciĂłn. A veces hasta la pedĂ­an de violinista con antelaciĂłn, y al principio aceptaba porque como podĂ­a ser tan malo, pero luego empezĂł a rechazar dichas ofertas ya que terminaba sintiĂ©ndose mal.

Hoy era uno de esos días en los que no vio que iba a ser una violinista, ya que solo iba a salir con su familia a un paseo, pero no contaba con que todos andarían en pareja. Así que, poniéndose a tono con los tiempos, sacó su celular y se dispuso a hacer lo que mejor sabía hacer: tocar el volín.

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