Triunfo Matituno

Era una mañana más en sus vidas. Sus hijos ya estaban grandes, pero aún así ellos tenían que salir antes de las 7 de la mañana de la comuna periférica en la que vivían para llegar a una hora decente a sus trabajos. Sus rutinas consistían en casi lo mismo, y si tenían suerte podían almorzar juntos algunos días a la semana ya que sus lugares de trabajo quedaban cerca uno del otro allá en la parte más linda de la cuidad.

Se tomaban una taza de té entre los dos para calentar los cuerpos ante tan frías mañanas de agosto, mientras la mujer preparaba unos panes con un poco de fiambre y mantequilla para llegar a comer luego de haber marcado tarjeta. Luego se abrigaban un poco, salían de la casa y caminaban por el pasaje tomados de la mano hasta llegar al paradero.

Las micros siempre iban llenas, exepto algunos días donde se sentían afortunados; pero este no era uno de esos días. Cinco micros llenas pasaron antes de poder subirse a una por la puerta de al medio, sin pagar obviamente. Ella subió primero con sus mochilas y él la empujaba desde atrás para hacerse un espacio entre todas las personas que solo pedían que ese día no hubiese un taco horrible y que pudieran llegar a tiempo a la u y o al trabajo. La gente iba escuchando música, hablando, durmiendo, o leyendo, todo para aprovechar ese trayecto de casi una hora.

Cerraron las puertas y ellos ya estaban adentro. Claramente la mañana había sido un triunfo ya, y para celebrarlo se dieron un beso corto en los labios. Una mañana más juntos.

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