No tĂş
Me apoyĂ© en tu brazo. Ya eran las cinco y media de la mañana y solo quedábamos los 8. Estuvo bueno el carrete parece. No hacĂa frĂo ni yo lo tenĂa, pero estaba helada igual. Muchos años pasaron hasta sentirme asĂ de nuevo, o bueno, nunca en verdad me habĂa sentido asĂ. Tu hombro era más cĂłmodo que el mĂo, tus brazos más grandes y hasta tus manos se sentĂan protectoras. Cuando siempre estás acostumbrada a estar sola es raro cuando alguien intenta ser cariñosa contigo, como que no sabes lo que es sentir que alguien se preocupe por ti en un plano más allá de la familia o la amistad. Sin embargo, abrĂ los ojos y no eras tĂş. Tu pelo no era el mismo, ni tampoco tu piel, tus ojos, tu aliento ni tu voz. ¿QuiĂ©n eras? Ah, claro, pestañeĂ© un par de veces y recordĂ©. En verdad no te habĂa visto en mucho tiempo y el trago estaba haciendo que mi cerebro hasta imaginara tu presencia ahĂ, que la reemplazara incluso por la de alguien más. Cada vez que mi mente hace eso me sorprendo un poco más, porque...